La atleta, cuya identidad se ha mantenido en reserva por motivos de seguridad, se retiró voluntariamente del combate al enterarse de que su oponente era una mujer transgénero. Según declaraciones cercanas a la deportista, su decisión no fue motivada por odio ni discriminación, sino por principios éticos y convicciones personales relacionadas con la equidad competitiva.
"Respeto profundamente a todas las personas, pero creo que las competiciones deben mantenerse justas, especialmente en disciplinas donde las diferencias físicas influyen directamente en el rendimiento", habría declarado la esgrimista a través de un comunicado.
La organización del torneo, sin embargo, consideró la acción como una violación del reglamento y decidió expulsarla inmediatamente, citando normas contra el abandono injustificado y actos considerados discriminatorios. La medida ha sido aplaudida por sectores que promueven la inclusión de atletas transgénero, mientras que otros acusan al comité organizador de imponer una agenda ideológica a costa de la libertad individual y la integridad deportiva.
Diversos colectivos y personalidades han salido a pronunciarse. Algunos defienden el derecho de los deportistas a actuar conforme a sus principios, mientras que otros piden sanciones más severas contra lo que consideran actitudes transfóbicas.
El caso ha reavivado la discusión sobre la participación de atletas trans en el deporte femenino, una cuestión que sigue siendo altamente sensible y que ha generado posturas encontradas en múltiples federaciones y organismos internacionales. Mientras tanto, la esgrimista expulsada enfrenta posibles sanciones adicionales, pero ha recibido el respaldo de organizaciones que abogan por una competencia justa basada en el sexo biológico.