María Elena, quien ha sido una activa defensora de los derechos de los no nacidos durante las últimas décadas, participaba en una vigilia de oración frente a la clínica, cuando fue arrestada por la policía. Según testigos, la anciana sostenía un rosario en una mano y un cartel en la otra que decía: "La vida es sagrada". Sin embargo, las autoridades la acusan de violar leyes que restringen las manifestaciones en las inmediaciones de centros médicos, argumentando que su presencia constituía una forma de intimidación.
El caso ha provocado indignación en sectores provida y religiosos, que ven en este acto una persecución directa contra la libertad de expresión y de conciencia. "No entiendo por qué rezar por la vida de los no nacidos puede ser considerado un crimen. Estoy en paz con Dios, porque sé que estoy del lado de la verdad", expresó María Elena en una entrevista desde su hogar, antes de ser detenida.
Grupos provida y defensores de los derechos humanos han iniciado campañas en su defensa, argumentando que una sentencia tan severa para una mujer de su edad y en sus circunstancias es inhumana y desproporcionada. "Es inadmisible que una mujer de casi 90 años, que simplemente estaba orando por lo que cree, pueda ser condenada a una década en prisión. Esto es un ataque a nuestras libertades más fundamentales", señaló uno de los abogados que se ha ofrecido a representar a María Elena de manera pro bono.
La situación también ha generado un debate más amplio sobre las leyes que regulan las protestas y la libertad de expresión, especialmente en torno a temas tan sensibles como el aborto. Mientras algunos defienden la necesidad de mantener zonas seguras alrededor de las clínicas para proteger a las mujeres que buscan servicios médicos, otros consideran que estas leyes están siendo utilizadas para silenciar a quienes tienen creencias contrarias.
El caso de María Elena ahora está en manos de los tribunales, y su audiencia está programada para el próximo mes. Si es declarada culpable, podría enfrentar una pena de hasta diez años de prisión, una perspectiva devastadora para alguien de su avanzada edad.
Pese a la incertidumbre, María Elena se mantiene firme en su fe. "He vivido una larga vida, y sé que todo está en manos de Dios. No importa lo que pase, al final, Dios gana", dijo con convicción, dejando claro que, para ella, esta lucha trasciende lo terrenal.