A pesar de estas limitaciones, los padres cristianos han asumido un papel central en la enseñanza de la fe dentro de sus hogares. Aprovechando la privacidad de sus hogares, organizan lecciones bíblicas, momentos de oración y actividades que fomentan el conocimiento y el amor por Dios entre sus hijos. “No importa lo que pase, Dios tiene el control. Nuestra fe no depende de un edificio, sino de lo que llevamos en el corazón”, afirman algunos padres, quienes ven este desafío como una oportunidad para reforzar sus convicciones.
La prohibición forma parte de un marco legal más amplio que incluye la censura de materiales religiosos, la eliminación de símbolos cristianos visibles y el cierre de iglesias no registradas. Sin embargo, la creatividad y la resiliencia de estas familias destacan en medio de la adversidad, con algunos optando por métodos clandestinos, como estudios bíblicos en línea o reuniones familiares secretas.
Organizaciones internacionales han expresado su preocupación por estas restricciones, calificándolas como una violación de los derechos humanos y la libertad religiosa. Mientras tanto, los cristianos en China continúan buscando maneras de mantener viva su fe, convencidos de que “la luz del evangelio no puede ser apagada por las tinieblas”.
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