El dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, ha manifestado su solidaridad con el grupo terrorista Hezbolá en un mensaje público que ha generado controversia a nivel internacional. Esta declaración se produce poco después de la muerte de Hassan Nasrallah, quien había sido el líder del grupo durante más de dos décadas y una figura emblemática en el movimiento chiita de Líbano.

Maduro, conocido por sus lazos con diversas organizaciones consideradas terroristas por Occidente, aprovechó la ocasión para rendir homenaje a Nasrallah, señalando que su legado y liderazgo serán recordados por sus seguidores. En su mensaje, el mandatario venezolano describió a Nasrallah como un "símbolo de resistencia" y un defensor de la soberanía de los pueblos frente a la agresión imperialista, insinuando que su muerte es un golpe a la lucha por la justicia en la región.

La declaración de Maduro se inscribe en un contexto de creciente tensión en el Medio Oriente, marcado por el conflicto entre Israel y Hezbollah. La muerte de Nasrallah ha dejado un vacío significativo en el liderazgo del grupo, lo que ha llevado a preocupaciones sobre cómo se desarrollará la dinámica de poder en la región.

Venezuela ha sido un aliado estratégico de Hezbolá y otras fuerzas respaldadas por Irán, utilizando su política exterior para desafiar a los Estados Unidos y a sus aliados en América Latina y el Medio Oriente. La solidaridad de Maduro con Hezbolá podría intensificar las críticas a su gobierno, que ya enfrenta sanciones y acusaciones de violaciones de derechos humanos.

La comunidad internacional observa con atención este desarrollo, preguntándose cómo podría afectar la estabilidad en Líbano y las relaciones en la región, así como las implicaciones para la política exterior de Venezuela.