En un reporte que ha generado conmoción dentro y fuera de Canadá, el gobierno confirmó que un número significativo de muertes en el país durante el año pasado se debió al programa de suicidio asistido. Según las cifras oficiales, miles de personas optaron por la eutanasia como una salida ante enfermedades graves, sufrimiento insoportable o condiciones de vida que consideraban insostenibles.

El programa, conocido oficialmente como Asistencia Médica para Morir (MAiD, por sus siglas en inglés), ha sido objeto de intensos debates éticos y políticos desde su implementación en 2016. Solo en 2023, se estima que más de 13,000 canadienses optaron por este procedimiento, representando un aumento significativo en comparación con años anteriores.

Los defensores del programa argumentan que MAiD brinda una opción compasiva y digna para quienes enfrentan sufrimientos extremos, mientras que los críticos advierten sobre el riesgo de abuso y la posible normalización de la eutanasia como una solución para problemas sociales o económicos.

En particular, las preocupaciones han crecido debido a casos en los que pacientes con enfermedades no terminales, discapacidades o incluso problemas de salud mental han solicitado el procedimiento, lo que plantea interrogantes sobre las protecciones éticas y legales vigentes.

Organizaciones cristianas y líderes religiosos han expresado su alarma por la creciente aceptación del suicidio asistido, señalando que refleja un debilitamiento del valor de la vida humana en la sociedad. En un comunicado reciente, grupos pro-vida en Canadá instaron al gobierno a reevaluar las políticas relacionadas con la eutanasia y a reforzar los recursos para el cuidado paliativo y el apoyo psicológico.

Mientras tanto, la opinión pública sigue dividida. Aunque una parte de la población apoya el derecho a decidir sobre el final de la propia vida, otros temen que las políticas actuales puedan llevar a decisiones precipitadas o mal informadas, especialmente entre los sectores más vulnerables de la sociedad.

La creciente incidencia de suicidios asistidos plantea preguntas urgentes sobre la dirección que está tomando Canadá en términos de valores éticos, atención médica y cuidado de los más frágiles.